domingo, 31 de julio de 2011

La trompeta del burócrata.

Como rugidos se escuchaban a la legua, eran nuevos, ningún animal de la región berreaba de tal manera.


De la lejana Asia, parece ser que un trompetista había venido a las pampas a dar sus últimos estertores; pensaban los borrachos con los codos clavados en las mesas del barcito de la estación y la mirada perdida en algún vaso de caña o de ginebra.

Las partidas presupuestarias se habían atrasado por la recesión y la indecisión de los políticos de La Plata, así que la Dirección de Fauna y Ecología no se quería meter por el inmenso trabajo burocrático que implicaba el traslado hasta Palermo, en Buenos Aires, al zoológico.

Al pobre, viejo y enfermo elefante lo habían abandonado a la vera del caminito de tierra que llevaba al baldío de la entrada del pueblo. No soportaría el resto del viaje que la gira del circo tenía programada.

Mas tarde, algún paisano de la peonada cumpliría el encargo de sacrificarlo.

Mas tarde, algún paisano clavaria los codos en el barcito de la estación, pensativo en la muerte de ese rey de los músicos Africanos que había venido hasta la lejanía desolada a morir. Con la mirada clavada en un vaso de caña o de ginebra.

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