sábado, 30 de julio de 2011

Mejicaneada.

Que sigaaa la Fieeeestaaaaa…!!!!
Que sigaaa la Fieeeestaaaaa…!!!!
Que sigaaa la Fieeeestaaaaa…!!!!
Que siiigaaaaa….!!

Gritaba el chapú Ortega Guzmán, con una botella de Tequila en una mano, un habano entre los labios, y un revolver en las manos disparando sin cesar. Era el guía de la expedición y el que se aseguraría de entregar el cargamento al final de esa travesía.

Lo acompañaban:

El turco Marcos Jalof, argentino en realidad, noveno Dan en Taek-won-do un arte marcial del que su padre era uno de los senseis mayores en la Argentina. Marcos en cambio alternaba entre un trabajo estable en un call center de una empresa de Informática y el servicio irregular de patovica en discotecas porteñas donde repartía siniestros golpes a cualquiera que no le gustara amparado en la pseudolegalidad que su función le otorgaba. En una oportunidad mediante un trabajo de manipulación mental había terminado en la violación de una niña de 13 años. Lo que había derivado en una demanda a la compañía para la cual trabajaba (la de informática) por parte de la madre, mas interesada en obtener un beneficio por parte de la empresa que en salvaguardar el honor y la dignidad de su hija. No obstante parece ser que la verdadera búsqueda de redención que buscaba o de la que escapaba era en realidad el fantasma de su padre que lo perseguía mentalmente tras su repentino fallecimiento que trascendió en los medios especializados.

El holandés Van Buren que no paraba de tomar vicodines desde su desembarco en Cancún y que disfrutaba el riesgo de su adicción incurable al peligro permanente.

También estaba:

El negro Nge Zwanga nigeriano, que había entrado de polizón desde Guatemala colgado de un tren monstruoso, llamado La Bestia por los lugareños.

La travesía había terminado para ellos; el chapú ya tenía su propio itinerario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario