martes, 29 de noviembre de 2011

18 Comidas

Cuando me puse con esta peli, dije "ufffff, mas de lo mismo, mas galleguitos pretensiosos criados con la platita de Felipillo Gonzales, que estudiaron cine o ciencias audiovisuales, y que se la quieren dar de Jim Jarmush con Café y Cigarrillos", y sin embargo no, no, no, resultó tener algo mas, algo "propio", y "eso propio" resultó ser (entre otras cosas), ese aspecto ritual, costumbrista, tradicional, íntimo, que tiene el rol de la comida, el desayuno, el almuerzo, la cena o ese tentempié diario que nos clavamos al día para mentirle al hambre, "mentirle al hambre", casi lo mismo que "mentirnos a nosotros". Sin tanto divague, hay va la peli.

domingo, 6 de noviembre de 2011

11

Dicen los muchachos del bar de la estación a esa hora en la que el tren y su sonido estridente permite escucharlos bien, que por problemas de salud, en su momento el Diablo tuvo que dejar las profundidades del Averno, ese calor, combinado con una sempiterna falta de luz natural, le resecaban demasiado la piel. Así es que habló con el Creador, cada tanto se sentaban, café de por medio, a debatir sobre las diversas frivolidades que nos afectan a los mortales. En una de esas “mezcla mañana, mezcla mediodía”, el Creador le confesó su nacionalidad. Argentina, y de la Reina del Plata.
Por ahí por contrera, por ahí para no perder la costumbre de los cafecitos con el Flaco, el Diablo, eligió venirse para Buenos Aires, busco departamentos, casas y ph´s, recorrió barrios, y hasta alguna urbanización privada del norte del Gran Buenos Aires, donde tras su partida alguna jovata caquera sería ultimada por sus parentela con pitutos asesinos.
La realidad es que los ingresos de un Diablo, no son los mismos que los de un Creador, así que termino por conformarse por un bulo un poco más modesto. Se fue para el Once. A la tranquilidad de un PH, al final de un pasillo largo y angosto, como para no ponerse nostálgico.
Por esos días, el Maestro Dolina sugería que los judíos cabalistas del barrio, enterados de la cuestión, habían construido un Golem, una bestia de barro, tan abominable como justo, que discretamente habían escondido en el Pasaje de los Angelitos.
Sobre esta cuestión, el tano Montefisccio, cuyo abuelo había sido Caporale Maggiore con los Camisas Negras, en la Italia del Duce, no pudo ocultar su semblante y sugirió que un Golem, en unas circunstancias ayudan al hombre y en otras lo enfrentan. Porque después de todo un Golem es una criatura análoga al hombre, en su naturaleza, formas e instintos.
Y es así que el Golem, que protegería al barrio de las travesuras del nuevo vecino, mantuvo una cómplice pasividad a veces, y otras una directa participación, al Diablo, no le resulto difícil hacerse amigos en el barrio. Prósperos gerentes de prostíbulos, habitantes de aguantaderos y pedófilos violines a la pesca de los pibitos callejeros de la plaza Miserere, rápidamente engrosaron sus grey.
Desde entonces, por la angostita calzada de Bartolomé Mitre, a veces se incendia un boliche y mueren cien pibes, otras la impericia de algún gruista destruye un edificio de departamentos y deja sin hogar doscientas familias, otras un autobomba se estrella contra un colectivo y dos laburantes dejan dos viudas, y varios huérfanos. Desde entonces, el Once, es el Once.