martes, 29 de septiembre de 2009

Con la acepción basta y sobra...

solipsismo
m. filos. Forma radical de subjetivismo según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio yo.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

"Patrouille de France", alta en el cielo, sin nubes que opaquen esas Giladas Argentinas y tantas otras



Vino la Patrouille de France y francamente no me resulta, a título personal, algo casual, de hecho me parece que expone, además de la de por si inocultable disminución de la capacidad disausiva de Estados Unidos, la percepción que, en materia de Defensa, produce la Argentina. La cual podemos inferir mediante otro actor regional de importancia, Brasil, con quien Francia recientemente firmó un acuerdo de coproducción de armas, aviones y submarinos . En pocas palabras, con Brasil, los franceses firman acuerdos, con Argentina, aviones Dassault dibujan los colores de las banderas Argentina y Francesa en el cielo. Pero que lindo es el cielo cuando lo pintan de colores, no?.

Regina Spektor y su lectura sociologico/ freudiana de los norteamericanos

Regina Spektor es una cantante, pianista indie/folk ruso-estadounidense, que además de que a título personal podría considerarla como mi debilidad, cuya "principal transgresión" podría culparse a la subjetividad de sus letras, algunas de las cuales como la que quisiera permitirme someter a cierto análisis mas tarde, reflejan un compromiso político y social llamativamente interesante dados sus puntos de contacto que sin volverse cursi, manifiestan una expresión catartica imperdible.

De sus principales sencillos (Fidelity, Hotel Song, Better), el que me gusta más (quizas por mi "otra debilidad", la política) es "Uh-merica", un alegato donde se describe al estadounidense promedio (el "american white trash" o el "redneck") con una lógica que va desde lo psicologico hasta lo esencialmente moral (esa moral tan particular como la moral norteamericana).






Uh-Merica lyrics
Mrs. E. Roosevelt never heard me shoot my gun, la, la, la
Mrs. E. Roosevelt didn't even know I owned one la, la, la

Eleonor Roosevelt nunca me escucho disparar mi arma.
Eleonor Roosevelt ni si quiera sabía que yo tenía una.


En una referencia a la antigua Primera Dama norteamericana, conocida por su activa participación en el desarrollo de políticas de acercamiento e inclusión a las clases mas populares. Lo interesante de esta metafora, es como Spektor pone a esta figura en un contexto, diría Freudiano, en la que "los gritos de Edipo no son escuchados".



Somewhere between the cobblestone floor and the slated wooden ceiling la, la, la
En algun lugar entre los pisos de adoquín y el techo de madera

Una metáfora referenciando a los valores "anacronicamente" tradicionales que muchas veces condicionan a los norteamericanos.


Cuddling my semi-automatic, what a very fuzzy feeling la la la
Abrazando mi semi-automatica, que sentimiento tan confuso
Oh, there's nothing like emptying a cartridge at the sun
No hay nada como vaciar un cargador al amanecer

Y de la fascinación que despiertan las armas en una sociedad donde "una bala es un argumento".

Oh we're born alone and then we're covered by m-m-m-mother's kisses
Nacemos solos y luego somos cubiertos por los besos de mama

Otra metáfora de corte Freudiano, Spektor aquí pretender reflejar como conflictos internos no resueltos se conjugan en un "ser nacional".

The mind has already forgotten what the body still misses
La mente ya olvidó lo que el cuerpo todavía extraña

Y de la represión sexual en la sociedad yankee, herencia del Mayflower.


Somewhere between the sticky floor and the cracks in the ceiling
En algun lugar entre el piso pegajoso y las fisuras en el techo
Una referencia clara al actual estado de cosas, entre la artificialidad ultramoderna de la sociedad de consumo y las "grietas en el techo", como referencia a la otrora posición de privilegio y liderazgo que Estados Unidos ha tenido, como referencia al desgaste de sus lideres políticos (esta canción fue escrita en el segundo periodo de G.W.Bush), como referencia a la incertidumbre respecto del futuro.


Las conclusiones de cristalinas, resultan innecesarias. Regina Spektor. Dejó un video para que se den una idea.


martes, 15 de septiembre de 2009

sábado, 12 de septiembre de 2009

El porqué de las vacas sagradas


Al antropólogo francés Claude Lévi-Strauss le gustaba decir que cualquier principio de orden es mejor que ningún principio de orden. La mente no tolera un universo desordenado, se resiste a que haya cabos sueltos o cosas que sucedan porque sí. Y como no admite el caos, se lanza a estrechar nexos, entablar vínculos, entretejer acontecimientos que dan pie a nuevas estructuras cognitivas. "La clasificación –escribió Lévi-Strauss en El pensamiento salvaje–, cualquiera que sea, posee una virtud propia por relación a la inexistencia de la clasificación".


Por ejemplo, entre los yakutos del extremo nordeste de Siberia se cree que el pico del pájaro carpintero alivia el dolor de muelas. La cuestión –explicó Lévi-Strauss– no radica en determinar si el pico del pájaro carpintero de veras alivia un dolor de muelas, sino en establecer si es posible que, desde determinado punto de vista, el pico del pájaro carpintero y el diente del hombre "vayan juntos": si agrupando cosas y seres es posible introducir un principio de orden en un universo desordenado.

El más renombrado arqueólogo argentino, Alberto Rex González, anotó en su libro Tiestos dispersos: "Ciencia es un afán estético de orden". Lo es, pero no sólo la ciencia. Al extenderlo al "pensamiento primitivo", Lévi-Strauss quería decir que toda sociedad, en todo momento, está tratando de llevar orden al mundo circundante. Está tratando de juntar picos de pájaros carpinteros y dolores de muela, precisar si pueden "ir juntos".

Una buena manera de forzar un principio de orden es introduciendo vacas en la ecuación. Nunca falla. En un librito muy ameno, Bueno para comer, publicado en 1985, el antropólogo norteamericano Marvin Harris habló del "enigma de la vaca sagrada". Se refería al "más célebre de los hábitos alimenticios irracionales", la prohibición de sacrificar y consumir carne de vaca en la India. En ese país viven 1.150 millones de personas y un 27,5% está por debajo de la línea de pobreza (es decir, más de 316 millones). La India tiene también la mayor población de vacunos del mundo, unos 193 millones de Bos indicus (más unos 78 millones de búfalos). Entre un cuarto y la mitad son animales enfermos, inútiles, desnutridos, que vagan por los campos o que entorpecen el tráfico en las ciudades. A pesar de la necesidad de proteínas, minerales, calorías y vitaminas que padecen, los hindúes se niegan a comer su carne.

La protección de las vacas es uno de los ejes del hinduismo, la religión dominante en la India. Para el hinduismo, todo lo que proviene de una vaca es sagrado (su cuerpo contiene unos 330 millones de dioses y diosas). Ahora bien, tal como Harris se apresuró en aclarar, el enigma no se soluciona diciendo que los hindúes no comen vacas porque son hindúes y los hindúes no comen vacas. "El rechazo de la carne de vaca debido a las creencias hindúes es lo que constituye el enigma, no la respuesta". Las otras grandes religiones no tienen este reparo particular respecto de la carne vacuna. ¿Por qué el hinduismo prohíbe la faena y el consumo de vacas y no de cerdos, camellos o –ya que estamos– pájaros carpinteros? Harris sostuvo que no se trata de un capricho o una decisión arbitraria, sino de un conjunto definido de condicionamientos prácticos. "La religión ha influido en las costumbres dietéticas de la India, pero éstas han influido todavía más sobre la religión". Hecha la ley, hecho el tabú. Y deshecha la historia.

La protección de las vacas no siempre fue algo central en el hinduismo. Durante el período de los vedas (pueblo ganadero que dominó la India septentrional entre 1800 y 800 aC., y al que refieren los primeros textos sagrados hindúes), la carne de vaca se consumía sin compunciones. Pero la población humana creció y la bovina disminuyó, los bosques se redujeron y la provisión de carne comenzó a escasear. Los campesinos pobres enflaquecían, morían desnutridos, mientras que brahmanes y chatrias continuaban engordando. Limitando el consumo de carne y aumentando la explotación agrícola y lechera del ganado, los campesinos podían alimentarse más y mejor. Si los animales consumen cereales, y los hombres consumen esos animales, se pierden nueve de cada diez calorías y cuatro de cada cinco gramos de proteínas. Las vacas eran más valiosas pariendo bueyes que tiraran del arado y no asándose a la parrilla. Pero los brahmanes no estaban interesados en renunciar a sus privilegios alimenticios. Dicen que le explicaron a un sabio brahmán que no debían comerse vacas porque los dioses las dotaron de un gran poder cósmico, a lo cual el sabio brahmán respondió: "No digo que no, pero yo comeré de ella de todas formas siempre que sea tierna".

Hacia el año 600 aC. la población campesina, diezmada por hambrunas, guerras y sequías, se mostraba cada vez más renuente a cualquier sacrificio de ganado, símbolo de las diferencias del sistema de castas. El clima cultural aceleró la aparición de varias religiones contrarias al sacrificio de animales, de las que el budismo fue la primera y más importante. Durante los siguientes novecientos años, hindúes y budistas pelearon por reglamentar el espíritu y el estómago de los indios. Al final ganaron los hindúes, mediante una astuta estrategia: apelmazaron una religión popular con un sistema económico efectivo, abrazaron el principio de no matar ganado y se reconstruyeron como protectores históricos de las vacas sagradas (los grandes festines vedas, argumentaron, eran solamente una expresión figurada, una metáfora). En una economía agraria con baja industrialización, las vacas son más útiles vivas que muertas: proveen leche y bueyes, los cuales proveen fuerza motriz y estiércol (principal abono de la India e importante fuente de energía). El tabú impide que, en una mala época, los hindúes se coman a un animal que es más conveniente mantener vivo.

Esta fue la explicación de Harris. No le faltaron críticos, y en más de una ocasión se señaló su materialismo, su utilitarismo (o su "adaptacionismo", por emplear una expresión del arqueólogo Lewis R. Binford en Buscando el pasado. Descifrando el registro arqueológico). Sin embargo, ejemplifica muy bien esa búsqueda de orden que señalaron Lévi-Strauss y Rex González. También podría revelar por qué en India un hombre puede ser encarcelado por lastimar una vaca, y a la vez, por qué a los 3.600 mataderos habilitados se suman unos 30.000 mataderos ilegales.

"La vida, al cambiar, hace realidades con nuestras fábulas", subrayó el escritor francés Marcel Proust. Quizá quería decir que los sistemas de significados que legitiman las prácticas culturales se naturalizan con el correr del tiempo al punto de borrar sus umbrales empíricos. O quizá quería decir que a la larga terminamos creyéndonos nuestros propios cuentos.

El despertar de una potencia




Cinco en punto de la tarde. En casi cualquier parte del mundo se activa uno de los más poderosos rituales de la globalización moderna: la hora del té. Sin embargo este acto superlativo de "lo british", símbolo de lo occidental y lo civilizado, gira en torno a esas hebras perfumadas y exóticas, pero sin duda alguna asiáticas, y muy probablemente indias. "Podemos perder todos nuestros dominios y sobrevivir, pero si perdemos la India, nuestro sol se ocultará tras el horizonte", dijo lord George Curzon, virrey entre 1899 y 1905 de esa zona del planeta considerada la Joya de la Corona del imperio victoriano, que ya condensaba a inicios de la Primera Guerra Mundial casi una quinta parte del capital de ultramar invertido por Londres. En cierta medida Inglaterra llegó a ser una potencia gracias su experiencia, pero también a una particular interdependencia mutua, adquirida en su conquista y dominio de ese subcontinente que hoy se reparte entre la India, Pakistán, Bangla Desh y Sri Lanka.

Ya desde antes, esta zona condensaba tantas ambiciones y fantasías para los europeos que el descubrimiento de América y de sus "indios" no fue otra cosa que un decepcionante error por alcanzar sus costas y riquezas. Si bien la Europa del siglo XVII tenía muy poco que ofrecer a los desarrollados y variados mercados de los principados y reinos indios, a mediados del siglo XVIII las telas indias estaban vistiendo a la mayor parte del mundo conocido. El gran invento que permitió esto fue la creación de la Compañía de las Indias Orientales: una de las iniciativas empresariales privada e independiente más exitosas del naciente capitalismo, y que logró ser casi un Estado indio más en el dinámico y complejo comercio triangular de sedas, algodones, especias y opio entre la vieja Londres, la nueva Calcuta y el otro gran polo mundial que es China. Este exitoso "join venture" llegó a contar en 1800 con casi un tercio de su financiamiento proveniente de capitales locales aportados por los variados gobiernos, príncipes y aliados indios asociados.

Este sistema duró casi cien años, hasta que el abaratamiento textil por las industrias de Lancashire, en Gran Bretaña, así como las bajas entre civiles blancos, en 1857, durante la revuelta del ejército indígena de la Compañía conocido como los "cipayos" (ampliamente cubierto por la prensa británica y comentado por el entonces columnista del New York Daily Tribune, Karl Marx), convencieron al Estado británico de avanzar en un control más directo, administrativamente más definido, y comercialmente más penetrante.

Este nuevo sistema de soberanía disparó un complejo e inusual tinglado "científico" de censos, clasificaciones y mediciones poblacionales, destinado a implantar un eficiente sistema de fronteras y límites en una sociedad sumamente heterogénea y de múltiples entrecruzamientos. El historiador Gordon Johnson, editor de la New Cambridge History of India, explica: "La visión de finales del siglo XIX (...) dividía la sociedad india en grupos coherentes que podían ser utilizados como bloques de construcción en juegos políticos y culturales: 'campesinos', 'terratenientes', 'musulmanes', 'tribus criminales', 'intocables', y una miríada de otras descripciones sociales, fuera cual fuese la base sobre la que se creaban, adquirieron vida propia".

Las bases para un sistema de dominación indirecto y segregacionista serían perfeccionadas y elevadas a una etapa superior del imperialismo en la conquista africana, y quizás sigan presentes hasta hoy, por medio de renovadas políticas imperiales. Paradójicamente, este eficiente colonialismo del Raj logró que fueran los mismos indios los que financiaban y contribuían a mantener los intereses de la corona. De Palestina a Sudáfrica, de Aden a Singapur, miles de administradores y soldados indios formaron parte del sistema imperial: durante la Segunda Guerra, lucharon más de un millón de indios, y más de 60 mil murieron en los frentes extranjeros.

"Hasta cierto punto, el gobierno británico unió a los pueblos del subcontinente como nunca antes lo habían estado, pero también los dividió como nunca antes en grupos antagónicos que competían por la supervivencia", aclara Johnson. Esta novedosa maquinaria, centralizada y muy redituable, exacerbó las diferencias, evitó cambios radicales e incluso retuvo, en ciertas ocasiones, el desarrollo, generando desequilibrios y problemas. También dejó una impronta mucho más ambivalente y difusa, al sentar una plataforma de representación casi continental sobre la que se verían reflejadas las demandas, y también los conflictos, posteriores.

Unión y desintegración

Hace 50 millones de años, la placa tectónica de la India chocó con el resto del continente asiático, generando el Himalaya, el Tíbet y el Karakorum. En esas zonas, la India sigue "colisionando" hoy políticamente con sus vecinos. Luego de la Segunda Guerra Mundial, el nacionalismo iniciado ya desde 1885 por el Congreso Nacional indio, hizo eclosión definitiva. Si bien esta región, de un tamaño y una diversidad abrumadoras, siempre estuvo sujeta a múltiples fuerzas culturales, religiosas y políticas centrífugas, hasta entonces la "indignidad" planteada por el Congreso podía aunar estas diferencias, gracias al liderazgo organizativo y espiritual del abogado Mohandas mahatma ("gran alma") Gandhi. Pero el desarrollo de instituciones representativas y democráticas durante la administración colonial llevó a que la población musulmana india, una quinta parte del total, comenzara a albergar la posibilidad de cierta autonomía, a través de la Liga Musulmana, liderada por Muhammad Jinnah.

En 1939, la Liga ya había rechazado cualquier forma de sistema federal futuro, y al año siguiente solicitó la creación de "estados independientes" para hindúes y musulmanes. En agosto de 1947, ante los conflictos entre las dos comunidades, Londres transfirió el gobierno, creando los estados de la India y Pakistán. Pero la solución perpetuaría el conflicto: el nuevo estado musulmán no tendrá continuidad territorial, un Pakistán Occidental permanecía separado por 1.500 kilómetros de territorio indio del otro, el Pakistán Oriental (algo similar a lo que ocurriría poco después con el mandato británico en Palestina). Así también, el río Indo dejaba de estar dentro de la India.

Dos de las regiones más pujantes del subcontinente, Bengala y el Punjab, iban a ser seccionados por estas nuevas fronteras, generando una de las mayores migraciones masivas de la historia: 15 millones de personas, entre musulmanes e indios, y un saldo de entre 500.000 y un millón de muertos y más de 7 millones de refugiados. El primer y mayor movimiento de descolonización del siglo XX comenzaba de manera desastrosa. Algunos principados tuvieron que elegir los bandos. Como el de Hyderabad, que se unió a la India en 1949. En Cachemira, aunque casi el 90% de su población era musulmana, el gobernador hindú aceptó fusionarse a la India, lo que generó la rebelión de los musulmanes del noroeste, pro pakistaníes.

Una "línea control" establecida en ese momento separó la región en dos zonas de influencia, pero esto no pudo evitar una segunda guerra indo-paquistaní en 1965, que costó más de tres mil bajas en cada bando. La tercera guerra indo-pakistaní se desató cuando Nueva Delhi intervino en la guerra civil entre los dos Pakistanes en 1971, y finalizó con la transformación de Pakistán Oriental en el independiente Bangla Desh.

Un camino ascendente

Tras el asesinato de Gandhi, angustiado por estos hechos ("Mientras viva –dijo– no aceptaré jamás la partición de la India"), fue su seguidor Pandit Nehru el gran arquitecto de la India moderna. Pese a colocarla a la vanguardia de los "Países no Alineados" en el tenso marco regional de la Guerra Fría, Nehru mantuvo una política próxima a la URSS. Su economía planificada y el reacomodamiento de las fronteras internas dentro de una lógica lingüística y cultural más acorde con la realidad, marcaron el ritmo del país como una incuestionable potencia emergente. A mediados de los 70 la India mostró que poseía la bomba atómica y disparó así un nuevo equilibrio político y una peligrosa carrera armamentista. Pero fue ya finalizada la Guerra Fría cuando el tema se puso realmente caliente: China, que ya había mantenido una pequeña guerra con la India en 1962 por problemas limítrofes, ayudó a Pakistán a desarrollar su programa nuclear militar.

En 1998 suena por primera vez la detonación de la primera "bomba atómica musulmana". Así, el comienzo del milenio hará que la disputa en Cachemira –región sobre la cual los tres países mantienen reclamos territoriales– adquiera una dimensión inusitada. El tema no sólo es el punto de contacto de tres potencias atómicas, sino también de los dos países que, juntos, reúnen casi el 30 por ciento de la población total del planeta; y asimismo constituye la línea de fractura de tres mundos "culturales" bien diversos: hindúes, musulmanes y budistas.

"Hay un dilema en la nuclearización de la India y Pakistán, y es que en un conflicto territorial como el que mantienen, el uso disuasivo y táctico de la bomba pierde sentido; la bomba es inutilizable. Tenerla responde más a hacer efectivo un nuevo equilibrio de poder en la región, a alcanzar finalmente un estatus de potencia local", explica el especialista en relaciones internacionales Khatchik Derghougassian.

La invasión de Irak, la amenaza iraní, el desafío chino, el resurgir del talibán afgano y la insistencia rusa por resucitar su influencia "soviética" han generado un nuevo movimiento de piezas de este Gran Juego asiático. Estados Unidos, consciente de su fin como "llanero solitario" de la unipolaridad, necesita nuevamente de aliados ante la crisis financiera mundial. Indiscutiblemente India, la "mayor democracia del mundo", es hoy la elegida. Lo que no le impide a Washington seguir apoyando a la vez a la poderosa e influyente elite militar pakistaní que controla el país.

La invocación del caos y la desestabilización nunca dejaron de estar al día en la región, como lo han demostrado los últimos atentados pro-pakistaníes en Bombay en 2008. Las sombras de los "políticos de Dios", entre otras, planean por sobre los gobiernos seculares de ambos países (el integrismo islámico suní o talibán en Islamabad; la radicalización hinduista del partido Bharatiya Janata o el resurgir de los sijs y los tamiles, conflictos que ya costaron la vida de dos primeros ministros indios). Las cosas aún están por definirse entre el Himalaya y el Indico. Cuando llegue el momento, el gigante indio se despertará con un grito que será imposible no escuchar.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA FABULA DEL PELOTUDO

Se cuenta que en una ciudad del interior de Argentina,

un grupo de personas se divertían con el pelotudo del pueblo,

un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo
pequeños mandados y recibiendo limosnas.


Diariamente, algunos hombres llamaban al pelotudo al bar

donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos
monedas: una de tamaño grande de 50 centavos y otra
de tamaño menor, pero de 1 peso.


Él siempre agarraba la más grande y menos valiosa, lo
que era motivo de risas para todos.


Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con
el inocente hombre, lo llamó aparte y le preguntó si
todavía no había percibido que la moneda de mayor
tamaño valía menos y éste le respondió:


- Lo sé, no soy tan pelotudo..., vale la mitad, pero el
día que escoja la otra, el jueguito se acaba y no voy
a ganar más mi moneda.


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Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste,
pero se pueden sacar varias conclusiones:

La primera: Quien parece pelotudo, no siempre lo es.

La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos pelotudos de la historia?

La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos


La cuarta: (pero la conclusión más interesante) Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan los demás de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo.

MORALEJA:
'El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser pelotudo delante de un pelotudo que aparenta ser inteligente... !!