sábado, 27 de marzo de 2010

La truculencia de las turbulencias

Un compadre mongas que se llama Sean Cepizo, juega y juega con el Flight Simulator todo el espacio que el espacio aéreo se lo permite. Siempre anda cometiendo virtuales atrocidades aéreas, hace añicos de añicos sus avioncitos de bits. Le encanta. Tiene una mórbida pasión por la aviación, por el aire. Será para compensar su pasado chacarero.

Un día o una noche, para el caso es lo mismo, me mostraba un videito en el youtube, donde unos pilotos peruanos a raíz de unas fallas en el instrumental no se percataban realmente de la altura a la que volaban, mas que un video, era un póstumo extracto de la caja negra, me pregunto si le dirán “caja negra” por las connotaciones funerarias que tendrá. La cosa es que estos “Incaicos Ases del Aire” iban dando panzazos contra las frías aguas del Pacifico, o del lago Titicaca, no quedaba del todo claro. Dramáticos momentos vivían, podía intuirse, por los improperios que los mismos vociferaban.

Un tiempo despues por esos vuelcos pequeño burgueses, yo también me encontraba en un avión, de TACA, con pilotos y tripulantes peruanos. Además de un nutrido pasaje que incluía yuppies, hippies en busca de la mística del Flower Power, yo que con cara de valiente y temerario escondía un cagazo de connotaciones tan póstumas como la caja negra que alguna vez había escuchado; y hasta unos fastidiosos hinchas de Vélez que viajaban a ver un partido de la Libertadores. Tenía que ir a Lima, para hacer una conexión con otro vuelo para ir a otro lado.

Así que, entre turbulencias y kilombo velezarfiano (“siempre yo te sigo a todas partes..ehhh ehhh ehehehe!!!”), mis esfínteres parecían una scola do samba carioca.

La nota de color más allá del arco iris de sensaciones del momento la puso un tipo con una inefable frase:

-Nop, no estamos encima de la ciudad, eso de ahí abajo, es un barco, estamos sobre agua.-

La puta.

-Cepizo y la put….- pensaba o decía en voz alta, no me acuerdo.

Mas turbulencias, mas kilombo velezarfiano etílico, y un tripulante que en su desaprensión deja caer al punto del estallido un botella de black chardonay.

Mas puteadas. No hay mucho que hacer mas que volcarse a la obscenidad y las vulgaridades en esos casos.

Y al final, entre victoriosos aplausos de la prole viajera. El piloto, un peruano chiquito, flaquito, de esos que pasarían inadvertidos en Once o en cualquier obra en construcción en la Gran Urbe de Buenos Aires se mandó un aterrizaje que de prolijo sería la envidia del propio Cepizo.

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