sábado, 13 de marzo de 2010

45 Motivos

"El relato es sentido y te deja el amargo sabor de la melancolía recorriendote la boca.

'El mundo no extraña a este tipo de personas, ni a sus historias.
Se perdona todo menos ser un perdedor.'
Una frase que encierra mucho, en especial desde una perspectiva social, una clara referencia al paradigma del “exito como fin en si mismo” tan común en estos tiempos de vacío, decadencia moral y degradación humana. "

De http://blogs.lanacion.com.ar/buenos-aires/odio/
45 motivos

Lucas pegó el portazo de su casa a eso de las 22; pasadas las 3 caminaba extraviado por la avenida Santa Fe; a las 5 cerró otra puerta: la de la habitación 126 de un hotel. A las 6 seguía sin poder dormir y, 30 minutos más tarde, metió en su boca el caño de la 45 que llevaba en la cintura y se voló los sesos.
Horas antes, en su departamento de Palermo, poco después de las 20, había discutido fuerte con su mujer. Una pelea que ya llevaba varios años y que nunca terminaba de zanjarse.
En medio del altercado por las cosas ordinarias, dinero que empezaba a apretar, comparaciones con amigos exhibicionistas del éxito, trabajo, ausencias e hijos chicos que dolían en la sangre, Lucas hizo lo que nunca había atinado a hacer: abrir la puerta y salir a caminar.
Pero no llegó el alivio. O se mataba o mataba. Eligió la primera alternativa.
Lo encontraron boca arriba, en la cama del hotel, después del sonoro estruendo que alteró la paz de los otros pasajeros. Las ojotas, unas havaianas, saltaron hacia ambos lados de sus piernas. Hubo un llamado al 911 y, el caso de la habitación 126, sobre el muchacho de 34 años, que terminó rindiéndose al frío sabor de la 45 quedó cerrado en 5 minutos.
Dejó una ausencia, aunque pocos mediten sobre su caso… y con cierta lógica porque su presencia ya se había acabado hace rato. Dos pesas y una bicicleta aeróbica descansaban al costado de su cama. También en la mesita de luz las cajitas de Clonazepán –que comía como caramelos- y el pañó extendido donde guardaba la 45 cargada. Terminó así con su calvario que debe haber sido mucho. Y nadie lo va a recordar, porque no era nadie. El mundo no extraña a este tipo de personas, ni a sus historias.
Se perdona todo menos ser un perdedor.
Q.E.D

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