miércoles, 25 de agosto de 2010

para no perder la costumbre...

Me gusta escribir sobre cosas (en realidad escribo sobre papel o sobre el teclado y después no sé)...sobre cosas que me pasan. El tema es que a veces no me pasa nada, permitiéndome coquetear con esa calma y tranquilidad que lo cotidiano obsequia. El punto es que tengo que satisfacer (mal, bien o mas o menos) la pulsión de escribir. Entonces decido libremente entre hacer "algo" o escribir sobre algo que me pasó antes de que no pasara nada.


Así que...para no perder la costumbre, hoy pensaba repensar un par de cosas y plasmarlas por acá. A decir verdad no sabría por donde empezar, y como para refinar el proceso cognitivo descripto anteriormente (faaaaaaa!!) se me ocurrió este ejercicio de buscar entre mails viejos alguna foto adjunta y ver que se me viene a la mente, algo así como un recorrido inverso por los laberintos de la memoria sensorial (bueno...me bajó en la próxima, sí, en el semáforo).



De esto me acuerdo más o menos bien, aunque no fue hace tanto tiempo, corría el año 2007, en esos tiempos estaba de moda usar una cebolla colgada del cinturón y para detener un colectivo bailábamos el hula-hula. Fue un 9 de Julio precisamente, unos días antes había cumplido 28 abriles (decir "cumplí 28 Julios" suena muy aputazado la verdá, me gusta decir "verdá" porque suena mas sincero, es una verdad mas verdadera...igualmente fluctuar en un debate sobre "que es verdad...?" puede resultar peligrosamente contradictorio, subversivo, incluso psicobolche), ingenuamente tenía la percepción de que tener 28 implicaba que los radicales libres estaban haciendo estragos y que el envejecimiento era inminente e inevitable. Ya era un desastre inclaudicable, en un nivel personal.

Ese 9 de Julio, Independence Day (en inglés con justos motivos) en Argentina, empezó haciendo un frío de cagarse, de esos fríos que hacen que los huesos duelan y que salpicarse con pis mientras meas en un árbol parezca groseramente placentero (es grosero escribirlo a decir verdad, pero tampoco es que me lee tanta gente), de esos fríos a los que la mayoría de los barriales pelotudos como yo no estamos acostumbrados, los barriales estamos acostumbrados a los fríos pelotudos.

A eso de las seis y media, siete de la tarde empezó el suceso, la anomalía, la "cosa rara" de la jornada.

Una llovizna que en un principio se pensó (en especial la mayoría de los chimpancés de la burguesía, trémulamente preocupados por sus territorios móviles) se convertiría en granizo (cuando pienso en la palabra granizo, por esas cosas raras caigo en el acto fallido de que se me escape "graznido"...y grazno). Pero no pasó nada, como hoy que por algo escribo sobre cosas del 2007. Y nevó. Nevó en Buenos Aires, vaya a saber desde cuando no nevaba por estos lados de clima macanudo. Ojo, primero parecía como esa capa de hielo que se queda pegado al costado de las botellas de birra burra cuando la dejas mucho tiempo en la heladera. Y después nevó. Por un par de horas al atardecer y a la nochecita.

Y más allá de lo sorpresivo del fenómeno las particularidades del caso resultaron ser otras más...particulares. Como por ejemplo eso que permitía que aquellos que por razones socioeconómicas tienen vedado el ingreso a lugares como Las Leñas o Bariloche o cualquier centro de ski, ese 9 de Julio podían hacer un muñeco de nieve. O de como la típicamente ordinaria Mise en scène pequeño-burguesa encontraba la dicha y el sosiego sacándole fotitos con el celular a sus camionetas cuatro por cuatro. O de como a la hora de elegir en el armario con que vestimenta salir a enfrentar la gélida cortina de frío callejero, uno podía seleccionar cualquier cosa, siguiendo criterios mas bien eclécticos. Estas cuestiones particulares y dispares entre si le daban a ese aire blanco del 9 Julio, un tintura democrática. Si. Era una "democracia meteorológica".





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