jueves, 16 de septiembre de 2010

El Hombre de Al Lado...que tanto...

A ver, resulta paradójico que para escribir una crítica de una película uno empiece con "a ver". Pero "a ver". Viendo la película y leyendo las criticas y opiniones de otros cinéfilos y demás especímenes sin hijos ni mascotas que llenan sus grises y residuales existencias escribiendo un blog o una servilleta de bar, me encontré con apreciaciones que van desde lo inexacto (a mi limitado entender) hasta lo directamente descomprometido. Aquí lo complicado de apreciar esta película, que recibió tanto criticas como premios. Como procurar no trastabillar en la "critica a las criticas" y no perder la objetividad, aún en un terreno como es el cine independiente, de por si tan soberbio en subjetividades...?
La trama argumental de "El Hombre de Al Lado", gira en torno a un conflicto entre dos vecinos de personalidades diametralmente diferentes, en función de una medianera. Esta situación de aparente nimiedad, más allá de la infinidad de conflictos similares que hacen las veces de antecedentes en la realidad , produce en el personaje principal, un prestigioso diseñador, una problemática muy amplia, manifestada desde conflictos de naturaleza conyugal y familiar por la necesidad de reafirmarse en el núcleo intimo como el "líder de la manada", de naturaleza sexual al verse desafiada su masculinidad, de naturaleza laboral por la manera en que lo antedicho repercute en su rendimiento diario, e incluso en materia social (los fragmentos de dialogo "No te molesta que ese oscuro vea a tu mujer o a tu hija" o "Es un grasa, un troglodita" brillan por su elocuencia).
No obstante todo esto la obra, de una estética que por momentos recuerda a uno de esos cortos experimentales hechos por estudiantes plenas de secuencias sacadas de contexto (las obras teatrales que le vecino montaba en una caja de cartón con bananas, jamón y los ingredientes de cualquier desayuno o merienda, como en una metáfora referencial de los aspectos más cotidianos son ejemplo mas palpable), refinada por la elección de una ecléctica locación como lo es la casa construida por el arquitecto francés Le Corbousier en La Plata, resulta innegable que la película es un alegato o incluso una advertencia a ese modo de vida escenográfico propio de las banalidades de la época. Como conclusión general el espectador se quedaría con la idea de que "el único hombre es el personaje secundario, tosco, avasallador y desagradable en sus métodos y estilos, y de ahí el título". Que se yo, los vecinos no se eligen.


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