lunes, 25 de enero de 2010

Piratas

La piel de Jorge, hacía rato que había abandonado la tonalidad trigueña, típica de sus ancestros españoles, de tanto vagabundear, escapando de si mismo quizás, por las selvas sudamericanas, poco a poco, en la inmensidad de la maleza verde que, sobrecogedora, invadía cada rincón de su pasar, o de su pesar quien sabe, ahora el proyectaba un semblante mas colorido, su mejillas y espaldas bronceadas brillaban cuando en su fatiga decidía hacer un alto en cualquier arroyo, cascada o río para mojar, su cuerpo, y refrescar su mente y alma. El paso cansino con el que recorría los caminos lo habían llevado hasta Turbo, un puerto pesquero en la costa caribeña colombiana. Producto de la presencia de “grupos irregulares” que se habían constituido luego de que por un acuerdo político del que participo una potencia extranjera, con intereses por lo menos sospechosos, se desmantelaran a las Autodefensas Unidas de Colombia o AUC, un grupo de Ultraderecha, cuyos objetivos eran, por un lado balancear la relación de fuerzas con el grupo guerrillero FARC-EP o Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo y por el otro proteger las tierras, ganado, y activos propiedad de poderosos terratenientes de múltiples nacionalidades y ocupaciones. De estos peligros, Jorge sabía bien, el también era latinoamericano, y en mayor o menor medida, estas realidades tenían una replica o versión parecida en cada Nación en la que había estado. Además, Jorge, vivía, respiraba, y leía mucho, no solo los diarios, esto de ejercitarse en la lectura de los mas variados ítems que hacen a la naturaleza humana, paradójicamente, lo hacía sentir parte de una sociedad, pero también producto de las superficialidades propias de la epoca que a Jorge le toco en suerte nacer y vivir, lo alienaban, bastante.
En fin, volviendo a Turbo, lo que preocupaba a Jorge, por el momento eran cuestiones mas básicas, como donde encontrar un lugar fresco donde dormir, donde llenar su botella de agua, con agua potable, donde comprar una petaca de ron o de whisky que le aseguraría al menos en los confines de su etilica voluntad, un grado de sosiego, y, como cuestión de mayor importancia, donde conseguir una embarcación pesquera, que lo ayudara a cruzar la frontera, una palabra lleva a la otra, y tal parece que una preocupación lleva a otra. Sobre la tripulación lo que le preocupaba era que no fueran “exAUC´s” o “exFARC´s” o simplemente bravucones herederos de las tradiciones piratas, tan propias del caribe. Ya también en otras oportunidades se había embarcado con tripulaciones de piratas, algo que todavía lamentaba, en su corazón de guerrero-viajero.
Fortuitamente encontró en el golfito, una pequeña embarcación, una cascajo de embarcación a decir verdad, una cáscara de nuez con vela, con una tripulación entrada en años, algo que auguraba pocos problemas.
-Che capitán! Te doy 40 dólares si me alcanzas hasta Puerto Obaldia…yo ahí me las arreglo.- Jorge disparó, sin percatarse que su acento porteño ya empezaba a tomar las fluctuaciones propias del Caribe, ese Caribe de verdad, que de verde y colorido, ya lo tenía cautivo y fascinado. Por ahí esa predilección por la “cosa selvática” venía de cuando chico, y medio por obligación y medio por “motus propio” le había hecho trampa a la profesora de Lengua y Literatura, y se había masticado en un recreo todo “Cuentos de la Selva” de Yupanqui. Lo otro que también le reventaba las grises entrañas del hipotálamo era esa permanente sospecha de que en los confines de la selva, aún en la mas oscura de las noches, se escondía una variedad de formas de vida, que en sus jueguitos de palabras “lo hacía sentir mas vivo”.






-Te llevó pero por 75 chico.-Le dijo este capitancito de navío, que por el acento y por las guarachas que escuchaba en la destartalada radio que tenía al costado del timón, pintaba ser un exiliado cubano.
-Y bueno dale…tengo que llegar.-Apuró los “fucking tramites” Jorge.
Lanzó la mochila en el rinconcito de la popa del barquito y el dio un salto largo para intentar colgarse. Fue una secuencia particularmente rara esa, ya que por ese segundo pareció que su mochila cargada de recuerdos seguiría viaje, y el se hundiría en el fondo de la cenagosa agua del puerto. Pero no paso nada. Y un par de horas despues ya estaba varios cientos de kilometros, alejado del puerto.
No se puede escribir, ni describir, ni transcribir las sensaciones de George ahí, con un mar iluminado por la luna llena, por un cielo tapizado de infinitas estrellas, danzando al ritmo de una mezcla de sonidos, que mixturaban las olas del mar golpeando la cubierta, las guarachas del Capitán Camilo (tal es como se llamaba el dueño de la embarcación, paradójicamente exiliado y con nombre de héroe cubano contemporáneo) y hasta a lo lejos, allá en una de las playas, los tambores de los emberá-wounaan que trataban de seducir a la luna con el énfasis que solo el hombre nacido y criado en lo mas primitivo de la Creación se podían permitir. Jorge estaba zarpado de si mismo, engullía estas sensaciones con el ímpetu que un recién nacido se aferra al seno de su madre, mezclando amor, con instinto. La puta, eso que pasaba ahí hacía valer todo.
Sin darse cuenta extrajo del gastado morral que lo asistía como equipaje, la botella de ron barato que compro en un supermercado en Bogotá.
Le hizo una seña a los tripulantes, que uno a uno se le acercaron a compartir un trago amigo y una reseña de sus vidas como pescadores. Hasta Camilo, le contó de “Salvaje y Letal” tal como habían bautizado un pez espada que según parece y contaba la leyenda, muy inteligente se mezclaba entre las redes de los pescadores, y una ves en un cubierta despertaba a los coletazos hiriendo con su daga a los mas desprevenidos. Camilo, cuando era un joven marinero tripulante, en una oportunidad no tuvo otra opción que saltar al mar. Llego hasta Panamá nadando. Y se le armo un poco de kilombo con los canas de Noriega porque según ellos, era un “ilegal”. Jorge se cagaba de la risa, tanto por el ron, como por la definición de “ilegal”. Que calificación le cabría a el...? “Infractor Habitual” como había leído en un cuento por ahí.
Una lancha rápida a eso de las cuatro y media, que ya era de día, se les aproximo ostentando un armamento de características cinematográficas.
-El puto “Plan Colombia”- pensó en voz alta.
Pero Camilo, que estaba hasta las manos por el pedo que se había agarrado con el ron y por el contrabando de café de calidad que llevaba atrás de los gomones salvavidas, lo “tranquilizó”.
-Ya chico, que son los de la DAS, estamos por cruzar a Panamá y nos hacen una última requisa, nos vienen a despedir.-
Un efluvio de tensión impregnó a Jorge y a la tripulación, a Camilo no, el era lo que se dice “un viejo lobo de mar”.
La lancha de la DAS se detuvo en posición paralela al barco de Camilo, que ni nombre ni bandera tenía. A la distancia de un paso. Esta maniobra en alta mar no era la primera vez que se realizaba.
Marcial y sin pedir permiso para embarcarse, el que parecía de mayor rango de la embarcación oficial, de un salto se puso frente a frente a Camilo.
Murmuraron un poco, observó a Jorge, a los gomones y a los pescadores colombianos de la tripulación. Jorge parecía más interesante en alta mar.
-Cagué fuego.- Pensó el pibe, bah! tan pibe no, ya tenía un 3 adelante.

-Que es lo que haces acá, que vas a hacer con los jueputas panameños…blablabla- Lo apretó el funcionario.
-Voy, me gusta ir…tenga es para sus hijos, es la mejor del mundo sabe…? Sin desmerecer a Valderrama- Le dijo Jorge mientras con el disimulo que la experiencia en estos casos otorga, le extendía su mano.
Siguieron viaje tranquilos hasta Obaldia, donde Jorge se despidió de Camilo con el agradecimiento que solo dos ávidos aventureros pueden compartir.
-Menos mal que en Once le compré a los moishes 10 camisetas de la Selección Argentina baratas, siempre me sacan de apuro en las fronteras, y encima con el ticket puedo participar de los sorteos de “IVA y Vuelta” que organiza la AFIP, para ganarme un 0 Km. – Pensaba socarronamente Jorge.

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