Luego del café, cigarrillo y los titulares de los principales matutinos.
Me dirigí a la ducha, recientemente higienizada con el poderoso limpiador CIF, por unos segundos sospeché o por lo menos supuse que su combinación con agua caliente potenciaría sus efectos blanqueadores, desengrasantes, descontaminantes e higienizantes. Fueron los segundos previos a una estruendorosa caída en la bañera, que me dejó envuelto en la cortina de baño, gritando de dolor inútilmente en el solitario departamento que ocupo. Quizás algún vecino escucho y se preocuparía. En fin esto a lo único que conllevaría es a una mención en la crónica policial cuando los bomberos encontraran mi cadáver putrefacto , pero impecablemente duchado.
La única razón por la que escribo estas líneas es que sobreviví a tan vertiginosa experiencia. Incluso aún tengo la tentación de compararme con los principales referentes de deportes extremos como el bungee jumping, surf con tiburones, escaladores y paracaidistas, con estos últimos tengo en común que después de todo caí envuelto en una lona plástica.
El dolor de la espalda con el que me había despertado desapareció de pronto. Como dicen los orientales, "con lo malo viene lo bueno".
Esa misma noche antes de ducharme nuevamente, pensé:
- Esta vez, vos bañera no me vencerás.
Después de todo una derrota no es la derrota de una batalla.
El agua rociaba mis mejillas y pensaba:
-La muerte hay que enfrentarla siempre, para perderle el miedo, es como los bomberos, la ven tan seguido que después van y se meten en una casa con el techo desmantelandose sobre ellos, por ahí para sacar un gato o un florero.
En realidad esa misma noche llene la bañera de agua y sales relajantes, y tomé un baño de inmersión. Todo sea por disminuir la posibilidad de otra estruendorosa caída.
Que cagón que soy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario