Esculpiendo en el aire simplemente con palabras exentas de materia, escribo sobre lo que se me canta.
sábado, 25 de junio de 2011
domingo, 19 de junio de 2011
Esta mañana.
...el sudor enfriando mi cuello pálido se las arregló para despertarme de mi sopor post-etílico, la petaquita del Hiram Walker yacía vacía a un costado del teclado, en el escritorio, atestiguando silenciosamente una noche de excesos, mas ropa deshecha desparramada en el suelo del living, nunca mejor aplicada la definición "de entrecasa". La luz del baño quedo prendida toda la noche, incluso los postigones de las ventanas que dan a la "a veces tranquila a veces no" calle de barrio sobre la cual habito mi "hogar-cubil-aguantadero" quedaron entreabiertas de par en par, en consecuencia disminuyendo y diluyendo el calor de la casa y, además, enfriando mas mi de por sí gélida transpiración, me pregunté porque o para que transpiramos cuando dormimos, después de todo no estamos trotando ni vamos a ningún lado, ni nada, dudaba incluso cual sería la funcionalidad de que el sudor huela mal, son esas raras recompensas de la naturaleza, pensé. Como los años y la experiencia, que usualmente vienen acompañados de dolores en los huesos, ruidos, arrugas y flatulencias varias, mención aparte de la incomprensión general. Dudas existenciales, cotidianas, justificadas quizás por el tiempo ocioso que la moderna realidad nos permite. Repase mentalmente mi agenda, compromisos, vanos o no, ineludibles en un plano subjetivo y personal, siempre con la sospecha o al menos intuyendo, el sin sentido de todo esto, o al menos que por mucha planificación que desarrollara, el componente caótico siempre estaría presente al menos de manera subyacente, esperando enseñarme un poco de espontaneidad.
"El espejo no miente...". Un rostro resquebrajado por el tiempo y las preocupaciones, casi desconocido, me esperaba frente al lavabo, mientras me afeitaba, intentando resultar en algo un poco más presentable y afín con los patrones estéticos y estilísticos de esta mise en scene, trágica, amarga y real. Esta, "si, Esta".
"El espejo no miente...". Un rostro resquebrajado por el tiempo y las preocupaciones, casi desconocido, me esperaba frente al lavabo, mientras me afeitaba, intentando resultar en algo un poco más presentable y afín con los patrones estéticos y estilísticos de esta mise en scene, trágica, amarga y real. Esta, "si, Esta".
sábado, 11 de junio de 2011
El conejo Pepin (2005)
El conejo Pepín era la mascota de los chicos de la casa, obedecía casi como Sultán el perro del abuelo, fiel compañero en su solitarias tardes desde que la abuela se había muerto.
Ya era diciembre y las fiestas venían con esa mezcla de melancolía, ansiedad y alegría que en pocas ocasiones se da.
Papá, agarro a Pepín por los cuartos traseros y con presición de relojero clavo el puñal en el vientre de Pepín. Los ojos del pobrecito tenían una mezcla de clemencia con incomprencion de lo que pasaba. No podía creer que los chicos que esa mañana le apretaban sus orejotas blancas con manchitas marrones, miraban impavidos el espectaculo de su martirio, claro que no era un mártir, un mártir muere por una causa y esa noche de veinticuatro de diciembre la unica causa que se proyectaba era la venida de "el salvador de mis amos", como podría haber pensado si Pepín fuera el personaje de alguna fabula. La cosa es que Pepín no llego a ver como desde atras hacia la cabeza su suave pelaje se arrancaba por las poderosas e impías manos de Antonio el papá de los chicos.
Esa tarde fue para Pepín el fín. Para los chicos fue algo nuevo. Fue ver como un ser amado podía ser torturado y muerto y ellos comer, entre petardos, sidras y regalos, un rico conejo asado.
Ya era diciembre y las fiestas venían con esa mezcla de melancolía, ansiedad y alegría que en pocas ocasiones se da.
Papá, agarro a Pepín por los cuartos traseros y con presición de relojero clavo el puñal en el vientre de Pepín. Los ojos del pobrecito tenían una mezcla de clemencia con incomprencion de lo que pasaba. No podía creer que los chicos que esa mañana le apretaban sus orejotas blancas con manchitas marrones, miraban impavidos el espectaculo de su martirio, claro que no era un mártir, un mártir muere por una causa y esa noche de veinticuatro de diciembre la unica causa que se proyectaba era la venida de "el salvador de mis amos", como podría haber pensado si Pepín fuera el personaje de alguna fabula. La cosa es que Pepín no llego a ver como desde atras hacia la cabeza su suave pelaje se arrancaba por las poderosas e impías manos de Antonio el papá de los chicos.
Esa tarde fue para Pepín el fín. Para los chicos fue algo nuevo. Fue ver como un ser amado podía ser torturado y muerto y ellos comer, entre petardos, sidras y regalos, un rico conejo asado.
viernes, 3 de junio de 2011
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